La temporalidad, el mal endémico de la economía española que todos -el Gobierno y la oposición, la patronal y los sindicatos- prometen combatir, afecta principalmente a los trabajadores con menos formación, a los jóvenes, a la parte más baja de la pirámide laboral. La cúspide parecía permanecer ajena a la incertidumbre. Hasta ahora.